Este capítulo suspende la acción iniciada al final del III (Don Víctor y Frígilis salen de cacería) y se desplaza a un tiempo anterior al de los recuerdos de la Regenta para ofrecernos la historia completa de su niñez, a cargo directamente del narrador. Así, ya libres de la valoración de los personajes, sabemos por el narrador que la madre de la Regenta era "una humilde modista italiana, que vivía en medio de seducciones sin cuento, honrada y pobre" (p.184) Contrasten esta información con los prejuicios de clase de las tías de Ana (que la consideran indigna) y con la difamación que instala doña Camila, al interpretar que el episodio de la barca del Trébol se debe a la influencia de la sangre materna en Ana ("-¡Como su madre!-decía a las personas de confianza-. ¡Improper!,¡Improper!¡Si ya lo decía yo! El instinto...la sangre...No basta contra la educación contra la naturaleza!, p. 190).
El narrador fija en este capítulo algunas valoraciones sobre personajes del pasado de Ana. Así, al retomar el episodio de la barca del Trébol, narrado en el capítulo III,el narrador dice: "Ya se sabe como entendió la grosera y lascivadoña Camila la aventura de los niños. Era de tal índole la maldad de esta hembraque daba por buenas las desazones que el lance pudiera causarle, por la responsabilidad que ella tenía, con tal de ver comprobados por los hechos sus pronósticos."(p.189-190).
Se trata de un recurso típico de la novela del siglo XIX: el narrador siempre es fidedigno, es la voz que compone la visión moral de la historia, es la voz que establece las valoraciones que el lector debe tener sobre algún punto de la trama o de los caracteres. Sin embargo, aunque este narrador fidedigno aparece para desambiguar algunas situaciones, su presencia en la novela no es abusiva. Clarín prefiere mostrar a sus personajes en acción para que el lector infiera cómo habremos de valorar.
domingo, 6 de mayo de 2007
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