Este capítulo suspende la acción iniciada al final del III (Don Víctor y Frígilis salen de cacería) y se desplaza a un tiempo anterior al de los recuerdos de la Regenta para ofrecernos la historia completa de su niñez, a cargo directamente del narrador. Así, ya libres de la valoración de los personajes, sabemos por el narrador que la madre de la Regenta era "una humilde modista italiana, que vivía en medio de seducciones sin cuento, honrada y pobre" (p.184) Contrasten esta información con los prejuicios de clase de las tías de Ana (que la consideran indigna) y con la difamación que instala doña Camila, al interpretar que el episodio de la barca del Trébol se debe a la influencia de la sangre materna en Ana ("-¡Como su madre!-decía a las personas de confianza-. ¡Improper!,¡Improper!¡Si ya lo decía yo! El instinto...la sangre...No basta contra la educación contra la naturaleza!, p. 190).
El narrador fija en este capítulo algunas valoraciones sobre personajes del pasado de Ana. Así, al retomar el episodio de la barca del Trébol, narrado en el capítulo III,el narrador dice: "Ya se sabe como entendió la grosera y lascivadoña Camila la aventura de los niños. Era de tal índole la maldad de esta hembraque daba por buenas las desazones que el lance pudiera causarle, por la responsabilidad que ella tenía, con tal de ver comprobados por los hechos sus pronósticos."(p.189-190).
Se trata de un recurso típico de la novela del siglo XIX: el narrador siempre es fidedigno, es la voz que compone la visión moral de la historia, es la voz que establece las valoraciones que el lector debe tener sobre algún punto de la trama o de los caracteres. Sin embargo, aunque este narrador fidedigno aparece para desambiguar algunas situaciones, su presencia en la novela no es abusiva. Clarín prefiere mostrar a sus personajes en acción para que el lector infiera cómo habremos de valorar.
domingo, 6 de mayo de 2007
martes, 24 de abril de 2007
La Regenta: Capítulo III
La intimidad de Ana
En este capítulo hay un importante desplazamiento espacial (que nos llevará a otro temporal): del espacio público de Vetusta, de la catedral y el paseo del Espolón, la acción nos llevará al dormitorio de Ana, la Regenta. El pasaje equivale a ir de lo público a lo privado, al espacio de lo íntimo. Es el primer personaje que se presenta desde esta categoría y ello le permite al narrador entrar en la conciencia de la Regenta y en su historia personal, en lo que hoy llamaríamos “traumas de infancia”. La intimidad de la Regenta es tratada por el narrador a partir de un rasgo básico: su sensualidad. No hay, como en el caso de otros personajes, un retrato directo. Más bien, un conjunto de detalles que nos permiten representarnos su conflictiva vida interior.
La Regenta entra en su habitación y comienza a leer un libro devoto, preparándose para la confesión general que Fermín De Pas ha considerado conveniente. Sin embargo, sus ojos se detienen en unas palabras del libro Si comió carne y su mente se extravía en divagaciones.
Observen la combinación de imágenes táctiles y visuales, que resaltan la sensualidad del personaje, simbolizada, quizá, en la piel de tigre. Es un objeto extraño: la piel de tigre puede vincularse con la sexualidad y con el exotismo, como en este cuadro del pintor catalán Antonio Torres Fuster (1874-1945), nacido en la época de publicación de La Regenta.

Según Obdulia, que secretamente envidia el objeto, es un “capricho caro y extravagante, poco femenino al cabo”. Y sin embargo, la frívola Obdulia no lo considera un objeto vinculado con la sexualidad. Su dictamen es que en la habitación de la Regenta “No hay sexo. Aparte del orden, parece un cuarto de un estudiante.” No hay piezas de arte, tampoco marcas de devoción, siempre según la observación de Obdulia: “Allí la piedad está representada por un Cristo vulgar colocado de una manera contraria a las conveniencias.” Incluso en su intimidad, resguardada celosamente (Obdulia había entrado varias veces a la habitación, “a fuerza de indiscreción”), Ana disimula las huellas de su sensualidad, que, sin embargo, delata el narrador en su actitud voluptuosa, que compara con la de una impúdica modelo: “Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el tocador.[…] Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho, quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las manchas pardas. Un brazo desnudo se apoyaba en la cabeza, algo inclinada, el otro pendía a lo largo del cuerpo, siguiendo la curva graciosa de la robusta cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de sí misma en una postura académica impuesta por el artista”. (p.170).

La voluptuosidad con que la Regenta se relaciona con los objetos, sobre todo a partir del tacto, es considerada por el propio personaje una necesidad: la suavidad material de los objetos (colchones, sábanas) de alguna manera compensa la falta de suavidad moral que le produjo el hecho de criarse sin madre, en condiciones adversas.
Con el pretexto del examen de conciencia, la Regenta se embarca en una serie de ensoñaciones, contexto que aprovecha el narrador para contarnos la infancia de Ana, a partir de un episodio clave que la marcó: la barca del Trébol. A partir de este episodio, apenas una aventura infantil e inocente, la Regenta se pone en contacto con los códigos de la hipocresía social y del disimulo. Después del episodio de la barca del Trébol, y debido al escándalo montado por doña Camila, el aya de la niña (retratada con crueldad devastadora por el narrador: doña Camila tiene un amante con el que es sorprendida en varias ocasiones por la niña Ana), “la trataron como un animal precoz” y relacionaron su conducta instintiva con la figura de su madre. Este recuerdo sofoca y encoleriza a Ana, que vuelve a la realidad pensando “¡Qué vida tan estúpida!”.
Comenta el narrador: “Esta conciencia de la rebelión la desesperaba: quería aplacarla y se irritaba”
Dejando de lado el proyecto de examen de conciencia, Ana se embarca ahora en una ensoñación romántica que tiene a Alvaro Mesía como protagonista, en el rol del Barbero de Sevilla. Contrasta la figura de este hombre con la de su marido, don Víctor y sobreviene “el ataque”. Los otros habitantes de la casa, don Víctor y la criada Petra, acuden en su ayuda. Petra ya sabe qué hacer, lo cual indica que los ataques de Ana son frecuentes.
Don Víctor y la honra
Don Víctor atiende a su mujer, pero está más preocupado por las pocas horas de sueño que tendrá hasta que su amigo Frígilis venga a buscarlo para ir de caza. Ana no para de hablar a su marido, más de lo que este quisiera. Cuando se calma, después de proponerle a su marido tener un hijo, don Víctor se siente en condiciones de volver a su cuarto, aunque por un momento, ante un beso apasionado de Ana, le “hirvió la sangre”. Pero si se decidía a quedarse con su mujer, no podría ir a la cacería y prefiere esto último. Le pide a Petra, que se le insinúa, que lo llame al sentir los tres ladridos que han pactado con Tomás. Antes de ir a su cuarto, pasa por la casa-habitación de sus pájaros. Como no puede dormir, se pone a leer comedias de Calderón de la Barca: su obra favorita es El médico de su honra. En eso está cuando escucha la señal de Frígilis.
Mientras tanto, Ana tampoco puede conciliar el sueño: reinterpreta el episodio de la barca de Trébol como providencial, ya que gracias a ese suceso había aprendido a guardar las apariencias y “En Vetusta, decir la Regenta era decir la perfecta casada”, aunque, como reconoce la propia Anita, en los últimos tiempos ha estado sufriendo los avances atrevidos de don Alvaro Mesía. Pensando esto se queda dormida mientras Víctor sale de incógnito (no le ha dicho a su esposa que marcharía tan temprano) al encuentro de su amigo Frígilis.
Enciclopedia
Sobre Calderón de la Barca
Sobre los dramas de honor de Calderón
Los dramas de honor son los que más fama han dado al autor y los que, probablemente, más críticas han atraído sobre su figura. Sus argumentos son casos extremos en los que la fama pública de un hombre se ve comprometida por un adulterio, o por la simple sospecha de éste, sin que le quede al deshonrado más remedio que lavar su honor con la mancha de los culpables. El concepto de honor, absolutamente ajeno a la mentalidad de nuestro tiempo, no se refiere al arrebato de celos, sino a una auténtico mandamiento social al que hay que obedecer a sangre fría:
"Al Rey, la hacienda y la vida
se ha de dar, pero el honor
es patrimonio del alma
y alma sólo es de Dios".
Con todo, se trataba de un código que, al menos en el teatro y la novela, el público aceptaba y aplaudía. Su pervivencia en nuestra sociedad ha sido tema constante para los escritores preocupados por el estudio del carácter español, tanto en ensayos como en novelas, en las que, casualmente o no, coincide con el tema de Don Juan. Es el caso de La Regenta, de "Clarín", y Tigre Juan y El curandero de su honra, de Ramón Pérez de Ayala. En este último, la parodia del honor calderoniano es evidente desde el propio título. Las tres obras más conocidas de este apartado de la producción calderoniana son El Pintor de su deshonra; A secreto agravio, secreta venganza y, sobre todo, El médico de su honra, en el que un caballero deja morir desangrada a su mujer por la simple sospecha, infundada, de haberle sido infiel con la posterior anuencia, y aún alabanza, del rey. Con todo, el más famoso drama de honor de Calderón es El Alcalde de Zalamea, en el que el conflicto del honor abandona la escena cortesana para aparecer entre plebeyos como el alcalde Pedro Crespo, personaje digno y consciente tanto de su valor como de su puesto en la sociedad que se rebela contra los abusos (como siempre de tipo sexual) del capitán don Álvaro de Ataide, de familia noble. La posición del villano es reforzada en la obra por la cobardía de un hidalgo pobre que intenta aparentar lo que no tiene. Como en el caso anterior, la presencia del rey sancionando al que ha lavado su honor supone la aprobación suprema de su conducta.
Fuente: Ver aquí
En este capítulo hay un importante desplazamiento espacial (que nos llevará a otro temporal): del espacio público de Vetusta, de la catedral y el paseo del Espolón, la acción nos llevará al dormitorio de Ana, la Regenta. El pasaje equivale a ir de lo público a lo privado, al espacio de lo íntimo. Es el primer personaje que se presenta desde esta categoría y ello le permite al narrador entrar en la conciencia de la Regenta y en su historia personal, en lo que hoy llamaríamos “traumas de infancia”. La intimidad de la Regenta es tratada por el narrador a partir de un rasgo básico: su sensualidad. No hay, como en el caso de otros personajes, un retrato directo. Más bien, un conjunto de detalles que nos permiten representarnos su conflictiva vida interior.
La Regenta entra en su habitación y comienza a leer un libro devoto, preparándose para la confesión general que Fermín De Pas ha considerado conveniente. Sin embargo, sus ojos se detienen en unas palabras del libro Si comió carne y su mente se extravía en divagaciones.
Observen la combinación de imágenes táctiles y visuales, que resaltan la sensualidad del personaje, simbolizada, quizá, en la piel de tigre. Es un objeto extraño: la piel de tigre puede vincularse con la sexualidad y con el exotismo, como en este cuadro del pintor catalán Antonio Torres Fuster (1874-1945), nacido en la época de publicación de La Regenta.

Según Obdulia, que secretamente envidia el objeto, es un “capricho caro y extravagante, poco femenino al cabo”. Y sin embargo, la frívola Obdulia no lo considera un objeto vinculado con la sexualidad. Su dictamen es que en la habitación de la Regenta “No hay sexo. Aparte del orden, parece un cuarto de un estudiante.” No hay piezas de arte, tampoco marcas de devoción, siempre según la observación de Obdulia: “Allí la piedad está representada por un Cristo vulgar colocado de una manera contraria a las conveniencias.” Incluso en su intimidad, resguardada celosamente (Obdulia había entrado varias veces a la habitación, “a fuerza de indiscreción”), Ana disimula las huellas de su sensualidad, que, sin embargo, delata el narrador en su actitud voluptuosa, que compara con la de una impúdica modelo: “Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el tocador.[…] Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho, quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las manchas pardas. Un brazo desnudo se apoyaba en la cabeza, algo inclinada, el otro pendía a lo largo del cuerpo, siguiendo la curva graciosa de la robusta cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de sí misma en una postura académica impuesta por el artista”. (p.170).

La voluptuosidad con que la Regenta se relaciona con los objetos, sobre todo a partir del tacto, es considerada por el propio personaje una necesidad: la suavidad material de los objetos (colchones, sábanas) de alguna manera compensa la falta de suavidad moral que le produjo el hecho de criarse sin madre, en condiciones adversas.
Con el pretexto del examen de conciencia, la Regenta se embarca en una serie de ensoñaciones, contexto que aprovecha el narrador para contarnos la infancia de Ana, a partir de un episodio clave que la marcó: la barca del Trébol. A partir de este episodio, apenas una aventura infantil e inocente, la Regenta se pone en contacto con los códigos de la hipocresía social y del disimulo. Después del episodio de la barca del Trébol, y debido al escándalo montado por doña Camila, el aya de la niña (retratada con crueldad devastadora por el narrador: doña Camila tiene un amante con el que es sorprendida en varias ocasiones por la niña Ana), “la trataron como un animal precoz” y relacionaron su conducta instintiva con la figura de su madre. Este recuerdo sofoca y encoleriza a Ana, que vuelve a la realidad pensando “¡Qué vida tan estúpida!”.
Comenta el narrador: “Esta conciencia de la rebelión la desesperaba: quería aplacarla y se irritaba”
Dejando de lado el proyecto de examen de conciencia, Ana se embarca ahora en una ensoñación romántica que tiene a Alvaro Mesía como protagonista, en el rol del Barbero de Sevilla. Contrasta la figura de este hombre con la de su marido, don Víctor y sobreviene “el ataque”. Los otros habitantes de la casa, don Víctor y la criada Petra, acuden en su ayuda. Petra ya sabe qué hacer, lo cual indica que los ataques de Ana son frecuentes.
Don Víctor y la honra
Don Víctor atiende a su mujer, pero está más preocupado por las pocas horas de sueño que tendrá hasta que su amigo Frígilis venga a buscarlo para ir de caza. Ana no para de hablar a su marido, más de lo que este quisiera. Cuando se calma, después de proponerle a su marido tener un hijo, don Víctor se siente en condiciones de volver a su cuarto, aunque por un momento, ante un beso apasionado de Ana, le “hirvió la sangre”. Pero si se decidía a quedarse con su mujer, no podría ir a la cacería y prefiere esto último. Le pide a Petra, que se le insinúa, que lo llame al sentir los tres ladridos que han pactado con Tomás. Antes de ir a su cuarto, pasa por la casa-habitación de sus pájaros. Como no puede dormir, se pone a leer comedias de Calderón de la Barca: su obra favorita es El médico de su honra. En eso está cuando escucha la señal de Frígilis.
Mientras tanto, Ana tampoco puede conciliar el sueño: reinterpreta el episodio de la barca de Trébol como providencial, ya que gracias a ese suceso había aprendido a guardar las apariencias y “En Vetusta, decir la Regenta era decir la perfecta casada”, aunque, como reconoce la propia Anita, en los últimos tiempos ha estado sufriendo los avances atrevidos de don Alvaro Mesía. Pensando esto se queda dormida mientras Víctor sale de incógnito (no le ha dicho a su esposa que marcharía tan temprano) al encuentro de su amigo Frígilis.
Enciclopedia
Sobre Calderón de la Barca
Sobre los dramas de honor de Calderón
Los dramas de honor son los que más fama han dado al autor y los que, probablemente, más críticas han atraído sobre su figura. Sus argumentos son casos extremos en los que la fama pública de un hombre se ve comprometida por un adulterio, o por la simple sospecha de éste, sin que le quede al deshonrado más remedio que lavar su honor con la mancha de los culpables. El concepto de honor, absolutamente ajeno a la mentalidad de nuestro tiempo, no se refiere al arrebato de celos, sino a una auténtico mandamiento social al que hay que obedecer a sangre fría:
"Al Rey, la hacienda y la vida
se ha de dar, pero el honor
es patrimonio del alma
y alma sólo es de Dios".
Con todo, se trataba de un código que, al menos en el teatro y la novela, el público aceptaba y aplaudía. Su pervivencia en nuestra sociedad ha sido tema constante para los escritores preocupados por el estudio del carácter español, tanto en ensayos como en novelas, en las que, casualmente o no, coincide con el tema de Don Juan. Es el caso de La Regenta, de "Clarín", y Tigre Juan y El curandero de su honra, de Ramón Pérez de Ayala. En este último, la parodia del honor calderoniano es evidente desde el propio título. Las tres obras más conocidas de este apartado de la producción calderoniana son El Pintor de su deshonra; A secreto agravio, secreta venganza y, sobre todo, El médico de su honra, en el que un caballero deja morir desangrada a su mujer por la simple sospecha, infundada, de haberle sido infiel con la posterior anuencia, y aún alabanza, del rey. Con todo, el más famoso drama de honor de Calderón es El Alcalde de Zalamea, en el que el conflicto del honor abandona la escena cortesana para aparecer entre plebeyos como el alcalde Pedro Crespo, personaje digno y consciente tanto de su valor como de su puesto en la sociedad que se rebela contra los abusos (como siempre de tipo sexual) del capitán don Álvaro de Ataide, de familia noble. La posición del villano es reforzada en la obra por la cobardía de un hidalgo pobre que intenta aparentar lo que no tiene. Como en el caso anterior, la presencia del rey sancionando al que ha lavado su honor supone la aprobación suprema de su conducta.
Fuente: Ver aquí
martes, 10 de abril de 2007
La Regenta Capítulo II

El capítulo 2 se abre con una nueva ironía: lo que mueve a los canónigos del coro de la catedral de Vetusta no es precisamente la adoración religiosa. El narrador los retrata como burócratas de la iglesia y destaca sus roces y rencillas.
Don Fermín se encuentra con Ripamilán
Retrato del arcipreste don Cayetano Ripamilán
El arcipreste se refiere de manera “un poco verde” a la presencia de mujeres en el templo.
Es un hombre de estatura pequeña, con modales y aspecto de pájaro “tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos, y más, visto en su sombra”. “Como el interlocutor solía ser más alto, para verle la cara Ripamilán torcía la cabeza y miraba con un ojo solo, como también hacen las aves de corral con frecuencia.
Sus pasiones: la poesía, las mujeres y la escopeta.

Ripamilán y la poesía: En un tiempo, el Cabildo persiguió la manía poética de Ripamilán, que se consideraba escandalosa para un sacerdote. Sus autores favoritos eran Garcilaso y Marcial. . Marcial, el poeta latino, había nacido como él en Calatayud. También, entre los españoles de su época, Meléndez Valdés y Moratín (nombrado por su seudónimo de “Inarco Celenio”), poetas ya pasados de moda: “No era don Cayetano uno de tantos canónigos laudatores tempori acti, como decía él: no alababa el tiempo pasado por sistema, pero en punto a poesía era preciso confesar que la revolución no había traído nada bueno”.
Qué piensan en Vetusta del Arcipreste: “Ni un solo vetustense, aun contando a los librepensadores que en cierto restaurant comían de carne el Viernes Santo, ni uno solo se hubiera atrevido a dudar de la castidad casi secular de don Cayetano. No era eso. Su culto a la dama no tenía nada con las exigencias del sexo. La mujer era el sujeto poético, como él decía, pues se preciaba de hablar como los poetas de mejores siglos y al asunto solía llamarle sujeto.”
Se trata de un sacerdote dado a las tertulias y a las reuniones de sociedad, muy querido por la gente joven de Vetusta. Algunos canónigos opinan que es liviano en sus opiniones, que se expresa de manera no conveniente y que tiende a ser boquirroto. A lo que el daba entender que él “tenía los verdores en la lengua, y otros, no menos canónigos que él, en otra parte” (p.156).
Trifón Cármenes: “el poeta de más alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas de la gaya ciencia”
Un tema a destacar: la actitud de los personajes masculinos hacia los femeninos.
Comparar la actitud hacia las mujeres de Ripamilán y de Saturnino Bermúdez.
El Magistral no se marchaba de la catedral después del coro porque tenía algo que hablar con Ripamilán, que es uno de los pocos canónigos que lo estima. Era costumbre de los canónigos quedarse hablando en la sacristía después de coro, y en esa reunión desataban la lengua y murmuraban sobre los ausentes. Ripamilán también lo hacía: solía poner apodos.
Al Arcediano Restituto Mourelo, Ripamilán le había dado el mote de “Glocester”.
Retrato del Arcediano “Glocester”: todo se volvía secretos.

Era un poco torcido del hombro derecho…En vez de disimularlo subraya el vicio corporal torciéndose más y más hacia la derecha, inclinándose como un sauce llorón. Resultaba de aquella extraña postura que parecía Mourelo un hombre en perpetuo acecho, adelantándose a los rumores, avanzada de sí mismo para saber noticias, cazar intenciones y hasta escuchar por los agujeros de las cerraduras. Encontraba el Arcediano, sin haber leído a Darwin, cierta misteriosa y acaso cabalística relación entre aquella manera de F que figuraba su cuerpo y la sagacidad, la astucia, el disimulo, la malicia discreta y hasta el maquiavelismo canónico que era lo que más le importaba. Creía que su sonrisa, un poco copiada de la que usaba el Magistral, engañaba al mundo entero. Sí, era cierto que don Restituto disfrutaba de dos caras: iba con los dos de la feria y volvía con los del mercado; disimulaba la envida con una amabilidad pegajosa y fingía un aturdimiento en que no incurría nunca.
Cayetano habla de Obdulia Fandiño: “Es epicurista. No cree en el sexto” (mandamiento)
“La historia de Obdulia Fandiño profanó el recinto de la sacristía, como poco antes lo profanaran su risa, su traje y sus perfumes”
Relaciones
Fermín es el confesor de Obdulia. La relación entre Fermín y Ripamilán: eran muy buenos amigos, Ripamilán es uno de los pocos defensores que tiene Fermín. Glocester, en cambio, es el enemigo acérrimo del Magistral.
Fermín se ha enterado de que la Regenta estaba en la capilla esperándole para confesar.
Noticias sobre la Regenta:
Don Víctor, el esposo de la Regenta, ya no era Regente, pero a ella le había quedado la denominación. La nueva Regenta es siempre la otra Regenta: el título queda para la Ozores, de familia tradicional de Vetusta.
El poder de la confesión: un conflicto
El confesor de la Regenta era don Cayetano, que quería renunciar a dicho puesto debido a sus años y había señalado como su sucesor al Magistral. Esto desata un conflicto ya que don Custodio relaciona el poder que el Magistral adquirió con la gente poderosa que confiesa, por ejemplo, la hija del indiano más rico: Olvido Paéz. Don Custodio ve en la capilla del confesionario del Magistral a la Regenta, que no sabía que ese día preciso el Magistral no escucha confesión. Don Custodio relata a Glocester el incidente. El Arcediano desea ser él el heredero de don Cayetano, en razón de que él le seguía en jerarquía y considera un atropello el beneficio que ha obtenido el Magistral. No puede, sin embargo, reclamarle al Obispo, dado que éste es, según Glocester, un esclavo en las garras del Magistral. Don Custodio apoyaba a Glocester en esta pretensión (porque él no puede, debido a su jerarquía inferior, ser el heredero).
El Magistral, aunque enterado, no quiere confesar a la Regenta ese día, para no dar más motivos de murmuración, aunque había visto a Ana acompañada por su amiga Visitación. La Regenta había infringido una norma de las damas de su condición: pedirle hora. Esa infracción motiva una serie de especulaciones en Fermín: “El suceso era bastante solemne y había de sonar lo suficiente para merecer preliminares más ceremoniosos. ¿Era orgullo? ¿Era que aquella señora pensaba que él había de beber los vientos para averiguar cuándo vendría a favorecerle con su visita?...¿Era humildad?¿Era que una delicadeza y un bueno gusto cristiano y no común en las damas de Vetusta quería confundirse con la plebe, confesar de incógnito, ser una de tantas? (p.162)
El Magistral ya no quería más Obdulias ni Visitaciones.
Cayetano esquiva a Glocester (“Ay de los zorros, si las gallinas no fueran gallinas”) y sale con Fermín. Glocester recibe el golpe y jura venganza. Cayetano se entera, por boca de Fermín que la Regenta estuvo esperando al Magistral y que salió finalmente con Visitación a caminar por el Espolón. Cayetano urge a Fermín y salen a buscar a las damas. De paso, Cayetano da su visión de la Regenta a Fermín: “quiero que usted conozca bien a esa mujer psicológicamente, como dicen los pedantes de ahora; es una gran mujer, un ángel de bondad, como le tengo dicho” (p.164) Sin embargo, Cayetano escucha a Saturno y Obdulia hablando en la capilla de San Clementina, se distrae y olvida su apuro: entra en la capilla para ir al encuentro del grupo que visita la catedral. “El Magistral le siguió para ocultar su deseo de llegar al Espolón cuanto antes.”(p.164)
El capítulo se cierra con una escena cómica a cargo de Saturno, Obdulia y los visitantes que comentan el arte de la capilla: según Saturno, el feo lunar gótico que afea la severa arquitectura románica, por su churriguerismo. La visitante está harta de escuchar “a ese charlatán, sinvergüenza y libertino” y cree que Saturno toca a Obdulia, amparándose en la oscuridad del templo.
Enciclopedia
En este capítulo se hace referencia a una revolución acontecida tiempo atrás y a dos facciones enfrentadas: los liberales y los carlistas. ¿De qué revolución se trata?
Las preguntas:
Sabemos que a don Saturno no le gusta el estilo recargado de la capilla de San Clementina, cuya construcción es muy posterior a la de la catedral. Los personajes la califican de churrigueresca Pero ¿qué opina el narrador de esa capilla? Explicar la creencia de Saturno, que cierra el capítulo: “amaba y creía ser amado”.
Destacar:
En este capítulo se avanza en el planteo del conflicto, dando argumentos para ubicar a los personajes de un bando y de otro. El primer conflicto de la novela es la cuestión ¿Quién confesará a la Regenta?
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viernes, 30 de marzo de 2007
La Regenta Capítulo I
Nos disponemos a entrar en un mundo complejo, de muchos matices, por eso es importante dejarnos guiar al principio por la voz del narrador. Es una voz que toma muchas veces distancia del mundo que retrata, una distancia que se puede calificar como irónica, y de la cual la primera oración de la novela ya es un ejemplo.
Hipótesis de lectura: los remolinos de basura = la sociedad de Vetusta (esto lo puedo interpretar yo, que YA LEÌ alguna vez la novela)
El tema de lo alto y lo bajo, de la subida y la caída, aparece en el primer párrafo de la novela.
“Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y la olla podrida”. La ciudad hace la siesta al amparo del “monótono y familiar zumbido de la campana del coro”. Nuevamente la mezcla de lo alto y lo bajo, de lo espiritual y lo material.
La ciudad se llama Vetusta, aunque en realidad se trata de Oviedo (Asturias, España).
Simbolización del espacio: la torre de la Basílica.
Hipótesis de lectura: los remolinos de basura = la sociedad de Vetusta (esto lo puedo interpretar yo, que YA LEÌ alguna vez la novela)
El tema de lo alto y lo bajo, de la subida y la caída, aparece en el primer párrafo de la novela.
“Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y la olla podrida”. La ciudad hace la siesta al amparo del “monótono y familiar zumbido de la campana del coro”. Nuevamente la mezcla de lo alto y lo bajo, de lo espiritual y lo material.
La ciudad se llama Vetusta, aunque en realidad se trata de Oviedo (Asturias, España).
Simbolización del espacio: la torre de la Basílica.

En el campanario, en lo alto, dos representantes de las clases sociales inferiores:
Bismarck y Celedonio.
Caracterización de los personajes a partir de su habla: deformación lingüística que imita su pintoresca manera de hablar.
La presentación de Fermín De Pas (I):
Presentación indirecta: se realiza en la escena entre Bismarck y Celedonio. Lo primero que sabemos sobre el personaje principal es lo que otros dicen de él. Celedonio lo escucha llegar, y lo reconoce por el sonido característico que producen las mantas de don Fermín “el menear de los manteos”. Fermín y el orgullo. El chisme (forma del relato importante en la novela) que transmite Celedonio, y que encierra una infamia (según el señor Custodio, Fermín se pinta la cara) es descartado por Bismarck, que adjudica la infamia a la envidia.
Orgullo y envidia, dos pasiones muy importantes en la novela
¿Cuál es la posición del narrador frente al chisme? No la sabemos, sólo sabemos lo que los personajes piensan.
El debate sobre el Papa introduce otra oposición entre emociones: humildad/orgullo. La humildad, "de la boca para afuera", como un signo de poder: la hipocresía como valor: la sociedad de Vetusta es hipócrita, según nos da a entender el narrador.
La pelea entre Bismarck y Celedonio: la promesa de bofetadas “pa en bajando”. La amenaza de violencia (en lo bajo) se disipa ante el sonido de una campana que proviene del tejado de la catedral. Es el aviso para que toquen la Wamba, la gran campana que llama a oración. Fin de la escena.
Transición: el sonido de la campana se extiende por encima de Vetusta y llega a los campos. Descripción: se introduce, sin valoración alguna, una oposición ciudad/campo.
La preguntita:
“Alguien subía por el caracol. Los dos pilletes se miraron estupefactos. ¿Quién será el osado?” ¿Acaso el narrador puede desconocer quién sube? ¿Por qué está expresado de esta manera?
Nuevamente el sonido del manteo “como el de una voz apagada que impusiera silencio”. La sensación de poder es reforzada por el enunciado que desvela qué personaje ha subido por la escalera de caracol: “El manteo apareció por escotillón; era el de don Fermín de Pas, Magistral de aquella santa iglesia catedral y Provisor del Obispo.” El uso de las mayúsculas y los títulos del sacerdote.
El miedo de Bismarck: lo alto (lo poderoso) y la prerrogativa de la violencia.
El retrato de Celedonio
La hipocresía: la máscara de humildad, entendida como “expresión oficial”. El tema de la máscara social. Pero se filtra, inconscientemente, “la intención lúbrica y cínica de su mirada, como una meretriz de calleja, que anuncia su triste comercio con los ojos, sin que la policía pueda reivindicar los derechos de la moral pública”
“del feo tolerable al feo asqueroso”: fealdad moral.
Celedonio como efecto de una cierta configuración social.
Primeras notas de ese naturalismo mitigado, tan característico del autor: “en el acólito sin órdenes se podía adivinar futura y próxima perversión de instintos naturales provocada ya por aberraciones de una educación torcida” Afeminamiento y lubricidad.
Se anuncia el tema de la lubricidad
Otra nota indirecta: el Palomo ya ha notado las características repulsivas del personaje.
El retrato de Fermin de Pas II
El contraste entre los pilluelos y el sacerdote
De abajo a arriba: en la calle parecía un escarabajo, ahora, arriba, en el campanario, los pillos no pueden dejar de advertir su estatura de gigante. La descripción comienza por la ropa y luego, desde la óptica de Bismarck, se describen sus pies.
Se desplaza la perspectiva de los pillos para dar paso a la voz del narrador, que describe su cara (y los cambios que en ella se han producido al advertir la presencia de los pillos: la máscara social). El narrador termina por desmentir el rumor que Celedonio propaga sobre si el Magistral se pinta.
El origen del rojo: “no era pintura, ni el color de la salud, ni pregonero del alcohol; era el rojo que brota en las mejillas al calor de palabras de amor o de vergüenza que se pronuncian cerca de ellas, palabras que parecen imanes que atraen el hierro de la sangre. Esta especie de congestión también la causa el orgasmo de pensamientos del mismo estilo.”
El catalejo de Fermín

Intercambio de saludos con Celedonio y otra vez la perspectiva pasa a Bismarck, que, desde su miedo, ve que el Magistral extrae de los bolsillos de la sotana un objeto amenazante, que Bismarck no sabe reconocer (pero que Celedonio sí):un pequeño y potente catalejo.
La vocación de Fermín por las alturas. Su espíritu deportista, montañés, de hombre de la naturaleza. La voluptuosidad de la altura: “Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernes y aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego y en sus ojos dardos. En Vetusta no podía saciar esta pasión; tenía que contentarse con subir algunas veces a la torre de la catedral.”
La proyección de estas características en la construcción del vínculo con la Regenta. Recordar la comparación de la torres de catedral con las figuras de señoritas cursis.
La visión panorámica de Vetusta: primera aparición de la Regenta, vista desde arriba por Celedonio. La Regenta, en esta primera imagen que tenemos de ella, aparece leyendo un libro.
El modo de ver Fermín: “aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos. No miraba a los campos, no contemplaba la lontananza de los montes y nubes, sus miradas no salían de la ciudad. Vetusta era su pasión y su presa.`[…] Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula; hacía su anatomía, no como el filósofo que sólo quiere estudiar, sino como el gastrónomo que busca los bocados apetitosos; no aplicaba el escalpelo, sino el trinchante.
LA AMBICIÓN
LA CODICIA DEL PODER
La descripción panorámica, física y moral, de Vetusta
Los Barrios
La Encimada: a la vez el barrio noble y el barrio pobre
El Campo del Sol: barrio de los rebeldes, los trabajadores, los obreros. Las chimeneas, en la óptica de Fermín, “parecían parodias de las agujas de la iglesia” (p.139)
La Colonia: el barrio nuevo, rico, de indianos. “[El Magistral] no ve allí más que riqueza; un Perú en miniatura, del cual pretende ser el Pizarro espiritual. Y ya empieza a serlo.” (p.139)
Nuevamente a la Encimada, flanqueada por las dos iglesias antiquísimas.
Don Saturnino Bermúdez, historiador de Vetusta, conservador ultramontano.
Descenso de Fermín a la nave de la iglesia: “El manteo que el canónigo movía con un ritmo de pasos y suave contoneo iba tomando en sus anchos pliegues, al flotar casi al ras del pavimento, tornasoles de plumas de faisán, y otras veces parecía cola de pavo real; algunas franjas de luz trepaban hasta el rostro del Magistral y ora lo teñían con un verde pálido blanquecino, como de planta sombría, ora le daban viscosa apariencia de planta submarina, ora la palidez de un cadáver” (p.141)
Consejo: ATENDER A LAS IMÁGENES TOMADAS DE LA VIDA ANIMAL Y VEGETAL
Don Fermín camina por la catedral

El confesionario: dos mujeres lo esperan.
La descripción de la figura del Jesús Nazareno, en la capilla del Magistral
La descripción de la catedral, realizada al paso de don Fermín.
Encuentro con don Custodio, Beneficiado de la catedral.
“De uno de estos escondites salió, al pasar el Provisor, como una perdiz levantada por los perros, el señor don Custodio el beneficiado, pálido el rostro, menos las mejillas encendidas con un tinte cárdeno. Sudaba cmoo una pared húmeda. El Magistral miró al beneficiado sin sonreír, pinchándole con aquellas agujas que tenía en la blanda crasitud de los ojos. Humilló los suyos don Custodio y pasó cabizbajo, confuso, aturdido en dirección al coro.” (p.142)
LA ENVIDIA: “la envidia del beneficiado soñaba para don Fermín más grandezas que el mismo Magistral veía en sus esperanzas.” (p.142)
La sacristía
El grupo que observa el cuadro
El retrato de Don Saturnino:
“no era clérigo sino anfibio.”(p.143)
Irrupción del narrador: “En su traje pulcro y negro de los pies a la cabeza se veía algo que Frígilis, personaje darvinista que encontraremos más adelante, llamaba la adaptación a la sotana, la influencia de medio, etc.;” (p.143)
Saturnino, hijo prototípico de Vetusta: “Era una sonrisa llena de arrugas, que equivalía a una mueca provocada por un dolor intestinal, aquella con que Bermúdez quería pasar por el hombre más espiritual de Vetusta, y el más capaz de comprender una pasión profunda y alambicada.” (p.144)
Saturnino, lector de novelas. Asoma el tema del adulterio. El amor de don Saturnino, no correspondido, hacia la Regenta.
La definición social: ¡Todos, todos empeñados en que era un cartujo!
Los paseos de Don Saturnino, disfrazado: “¿Y a dónde iba? A luchar con la tentación al aire libre; a cansar la carne con paseos interminables; y un poco también a olfatear el vicio, el crimen pensaba él, crimen en que tenía la seguridad de no caer, no tanto por esfuerzo de la virtud como por invencible pujanza del miedo que no le dejaba nunca dar el último y decisivo paso en la carrera del abismo” (p.145)
LA VIRTUD Y EL MIEDO
La carta de Obdulia y la vuelta a la explicación del cuadro
El Magistral se reúne con el grupo
El olor de Obdulia y el olor de la cera y el incienso
Fermín y Obdulia: el disimulo de la antipatía
Fermín abandona al grupo y marcha al coro
El matrimonio Infanzón (fíjense en la relaciòn entre marido y mujer)
La visita al Panteón
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ENCICLOPEDIA (para mirar y saber más)
Oviedo/Vetusta: para saber màs de la ciudad asturiana
¿No quieren dar una vueltita por la catedral de Oviedo?
Arquitectura románica y arquitectura gótica
¿Quién tiene mayor jerarquìa? La jerarquía eclesiástica y la estructura jerárquica de la iglesia en esta página del Vaticano
Acariciando los detalles
El periódico de Vetusta se llama El Lábaro. ¿Por qué?
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Observaciones preliminares
Este es un blog creado para la càtedra de Teorìa Literaria I del Instituto de Formaciòn Docente Continua "Villa Mercedes". Como cada uno de ustedes lleva su propio diario, me pareció importante poner a disposición el mío para que el proceso de socialización de las lecturas propuestas resulte pleno y participativo. No olvides dejar comentarios!!!
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